VALORACIÓN FUNCIONAL y PRUEBAS DE ESFUERZO EN EL DEPORTE

    Siguiendo con la temática iniciada en el artículo de la semana pasada vamos a abordar el tema de las pruebas de esfuerzo. Si todavía no has hecho ninguna seguro que habrás oído hablar de ellas, pero ¿qué es una prueba de esfuerzo?, ¿para qué sirve?, ¿cuándo está indicado hacer una?, ¿qué datos aporta?. En este artículo vamos a intentar responder a todas estas cuestiones y a que te familiarices con los datos que se pueden obtener de ellas especialmente en relación con el entrenamiento.

¿Qué es una prueba de esfuerzo?. El origen de las modernas pruebas de esfuerzo podría fecharse en 1956, cuando Robert Bruce describió una prueba con tapiz ergométrico. Se puede definir la prueba de esfuerzo como un procedimiento utilizado para la valoración cardiovascular y fisiológica de una persona, en este caso de un deportista. Estas pruebas no deben confundirse con los test o pruebas de valoración de la condición física que sirven, ya lo indica su nombre, para comprobar aspectos físicos o fisiológicos pero no para el estado de salud.

¿Para qué sirve una prueba de esfuerzo?. La Medicina del Deporte ha sido tradicionalmente un gran campo de aplicación y desarrollo de las pruebas de esfuerzo. En relación a la salud podemos decir que sirven para: descartar la presencia de una enfermedad cardiaca oculta, seguir una enfermedad cardiaca conocida que no impide inicialmente la práctica deportiva pero que precisa de un control, comprobar el comportamiento de alteraciones del electrocardiograma (ECG) de reposo o del trastorno del ritmo en deportistas y valorar el uso de fármacos durante el ejercicio físico. Desde el punto de vista del rendimiento sirven para: determinar la condición física de una persona, prescribir la intensidad del ejercicio físico o del entrenamiento, evaluar un programa de entrenamiento o valorar un inesperado bajo rendimiento.

¿Cuándo estaría indicado hacer una prueba de esfuerzo?. Desde el punto de vista de la Medicina del Deporte la realización de una prueba de esfuerzo estaría indicada en los siguientes casos:

  • En personas con signos o síntomas de enfermedad que quieren hacer ejercicio físico.
  • Deportistas con alteraciones del ECG de reposo, con objeto de establecer su relación con el ejercicio.
  • En personas mayores de 35 años y/o 2 o más factores de riesgo cardiovascular (FRC) y realicen actividad física intensa. Se consideran FRC: antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular, edad (hombre con más de 45 años y mujer con más de 5 años o menopausia), diabetes, hipertensión, hipercolesterolemia, obesidad, fumar o ser sedentario.
  • Deportistas menores de 35 años con historia familiar de muerte súbita relacionada con el ejercicio.
  • Valoración de la capacidad funcional en deportistas de competición, cualquiera que sea su edad.
  • Prescripción de intensidades para realizar ejercicio físico para mejora de la salud.
  • Orientación sobre zonas de entrenamiento y/o ritmos de competición, especialmente en deportistas que preparan pruebas de larga duración.

¿Qué datos se obtienen en una prueba de esfuerzo?. Existen distintos protocolos para la realización de la prueba de esfuerzo, pero en todos se comienza con una carga relativamente suave, que se va incrementando progresivamente hasta que el sujeto no es capaz de responder a la exigencia externa que se le solicita. Cuando la prueba se realiza con análisis de gases respiratorios hablamos de ergoespirometría. Los principales parámetros que se miden en la misma son el consumo de oxígeno (VO2), medido en ml/kg/min; la frecuencia cardiaca (FC), medida en latidos por minuto (lpm); la potencia absoluta medida en vatios; la potencia relativa (watt/kg peso corporal) en el caso del cicloergómetro o la velocidad (en km/h) en el caso del tapiz rodante. Finalizada la misma, los datos deben ser analizados y en función de este análisis se pueden establecen unas “zonas de entrenamiento”, delimitadas por el umbral aeróbico, el umbral anaeróbico y el consumo máximo de oxígeno (VO2máx).

Las intensidades del ejercicio a las que se alcanza el umbral aeróbico y el umbral anaeróbico pueden determinarse de forma directa invasiva, midiendo la concentración de lactato en sangre, o de forma indirecta no invasiva gracias al conocimiento de los cambios en los parámetros de intercambio respiratorio que tienen lugar al alcanzar dichas intensidades. Este método no invasivo es conocido como Umbrales Ventilatorios.

A medida que aumenta la intensidad del ejercicio durante la prueba, el deportista alcanza el umbral aeróbico, después el umbral anaeróbico y por último el consumo máximo de oxígeno (VO2máx).

El umbral aeróbico corresponde a la intensidad del ejercicio a la que comienza la producción de lactato, pero el organismo todavía está predominantemente en aerobiosis.  En este punto se observa un incremento inicial del lactato en sangre, por encima de los valores en reposo. A este umbral le corresponderá una determinada FC y velocidad de carrera  o potencia (vatios).

Conforme la intensidad del ejercicio sigue aumentando llega un punto en el que la velocidad de producción de lactato supera la capacidad del organismo para eliminarlo, observándose un aumento exponencial de su concentración en sangre. Este punto corresponde al Umbral Anaeróbico y se corresponde con una determinada FC, una velocidad o una potencia, que indica la intensidad que el deportista es capaz de mantener sin acumular lactato. El umbral anaeróbico es el mejor exponente de la capacidad aeróbica de un deportista.

Si la intensidad del ejercicio sigue subiendo, el deportista alcanza su VO2máx, definido como el máximo volumen de oxígeno que el organismo puede transportar y utilizar en la unidad de tiempo. Cuanto mayor sea su valor, mayor potencial para deportes de resistencia. Este parámetro se considera el mejor indicador de la potencia aeróbica y del estado cardiorrespiratorio de un sujeto. A dicho VO2máx le corresponderá una FC (FC máxima), una velocidad (velocidad máxima) o una potencia (potencia máxima).

RESULTADOS E INTERPRETACIÓN DE LAS PRUEBAS DE ESFUERZO

Los datos obtenidos durante una prueba de esfuerzo pueden ser referidos en relación a la respuesta del sistema cardiovascular y como forma de valoración funcional.

En la respuesta del sistema cardio-circulatorio se estudian fundamentalmente tres parámetros: frecuencia cardiaca, tensión arterial en esfuerzo y electrocardiograma de esfuerzo. Los tres en conjunto informan sobre el estado cardiocirculatorio de una forma global. Son de utilidad tanto en personas que realicen actividad física no competitiva como en deportistas de competición.

* La frecuencia cardiaca es el mejor indicador de la intensidad del esfuerzo. Además del valor de la FC máxima alcanzada, es importante la relación existente a lo largo del esfuerzo entre la intensidad de la carga y la FC correspondiente que deben mantener una intensidad prácticamente lineal (salvo quizás en las proximidades del esfuerzo máximo).

* La presión arterial (PA) es un dato esencial en toda prueba de esfuerzo. Con pequeñas variaciones, la respuesta normal es una elevación gradual de la PA sistólica (máxima) al ir aumentando la carga. Los valores de PA diastólica (mínima) se mantienen o aumentan ligeramente a lo largo del esfuerzo.

* Los parámetros electrocardiográficos en respuesta al ejercicio físico no deben alterarse durante el ejercicio, salvo los cambios correspondientes al aumento de la frecuencia.

La valoración funcional va a permitir conocer el rendimiento del deportista, así como obtener datos que puedan ser aplicables en la programación y control del entrenamiento en deportistas de competición, y en la prescripción del ejercicio físico en personas sedentarias y deportistas no competitivos.

La determinación de los umbrales aeróbico y anaeróbico nos va a permitir, a efectos prácticos, establecer diferentes zonas de entrenamiento para tratar de individualizar lo máximo posible el entrenamiento y así incidir más o menos en uno u otro sistema energético. Conociendo dichos umbrales y con el uso del pulsómetro, de los tiempos de carrera o de los vatios, se pueden establecer cinco zonas de entrenamiento:

Zona 1 o de recuperación-regeneración: por debajo del umbral aeróbico. No produce adaptaciones al entrenamiento y se usa tras competiciones o entrenamientos intensos.
Zona 2 o de trabajo aeróbico extenso: por encima del umbral aeróbico. Mejora la resistencia de base. Se usa especialmente en pretemporada.
Zona 3 o de trabajo aeróbico intenso: antes del umbral anaeróbico. Mejora la capacidad aeróbica. Se usa durante la temporada.
Zona 4 o de umbral anaeróbico: mejora la potencia aeróbica y se utiliza para afinar la puesta a apunto
Zona 5 o de alta intensidad: por encima del umbral anaeróbico. Mejora la resistencia anaeróbica mediante trabajo interválico (series).
Una vez comprobado el estado de salud y obtenidas las zonas de entrenamiento es el momento de planificar el entrenamiento y ésta es labor del entrenado o del preparador físico. Conocer las zonas de entrenamiento no es una finalidad en sí, es el paso previo a lo obtención de un plan de entrenamiento que es lo que nos facilitará nuestra mejora física y la consecución de los objetivos propuestos para la temporada.


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DR.Vicente Ferrer López

Doctor en Medicina y Cirugía

Especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte

Master en Alto Rendimiento Deportivo

Master en Fisiología General del Entrenamiento Deportivo.

Jefe Servicios Médicos Medyplan